Es oficial: desde hace tiempo, el petróleo ha dejado de ser el recurso más valioso del mundo. Hace menos de 15 años, los listados de las empresas de mayor valor de mercado estaban particularmente dominadas por empresas de lubricantes y automotrices, como ExxonMobil, General Motors, Shell, Chevron, Toyota y Ford. Hoy en día, ese listado está liderado por Amazon y dominado por empresas de tecnología porque, actualmente, la información se ha convertido en rey mundial. Es por eso por lo que ha tomado relevancia e incluso vuelto controvertida la manera como las empresas como Google o Facebook utilizan nuestros datos para analizarnos y ponernos a disposición de sus anunciantes de acuerdo con nuestros perfiles y gustos.
Por ello, es sorprendente ver cómo, a pesar de que el mundo se encuentra hiperconectado y con una saturación en la información disponible, el individuo se encuentre actualizado con respecto al mundo y sus redes sociales, pero no tanto en su organización. Sigue existiendo una gran área de oportunidad, donde se dice que la mayoría de las empresas no llega a un aprovechamiento del 10% de su información, misma que típicamente se encuentra desarticulada, desactualizada y no es estructurada correctamente para una apropiada toma de decisiones. Eso sin considerar los errores que típicamente se registran en las operaciones (que llegan a costar de un 10 a un 25% de los ingresos de un negocio[1]) y que, en una buena proporción, no existen métricas claras de medición. En ocasiones, cuando la información disponible llega a ser inadecuada, puede llegar a ser más confiable tomar decisiones por intuición que por los “datos duros” disponibles.
Con esto, ha tomado cada vez más relevancia en cualquier área organizacional el desarrollo de aptitudes como analista de información, donde se busca segmentar y proyectar los datos, así como cuestionar y analizar los denominados “valores atípicos” (los valores que se salen de cierto rango de dispersión).
El trabajo en análisis de información es cada vez más significativo, derivado de los cada vez más crecientes volúmenes de datos, la mayoría de los cuales incluso llegan a no estar estructurados en un repositorio de información tradicional. Por ello, en esta década se popularizó el término “Transformación Digital”, donde se reconoce la necesidad de unificar las plataformas de operaciones, logrando un posicionamiento del denominado “Internet de las Cosas”, integrando a dichas plataformas los dispositivos, sensores y maquinaria industrial. Los nuevos avances han impulsado que el nuevo cambio obligado a través de la tecnología es la consolidación de la “Empresa Inteligente”, donde a través de algoritmos de Inteligencia Artificial se minimizan aún más los trabajos repetitivos, se realiza un análisis más automatizado de la información disponible y, con ello, se logra un mayor valor aportado en el capital de trabajo.
Dentro de este contexto, con esta aceleración tecnológica se espera que en los siguientes 10 años las reglas del juego de absolutamente TODAS las industrias tengan cambios significativos en la forma como se desarrollan, como ya ha venido ocurriendo con industrias como las de entretenimiento, transporte u hotelera con los multi nombrados casos de Netflix, Spotify, Uber o Airbnb. Los mercados cada vez los dominan menos los más fuertes, sino los más dinámicos e innovadores, y los que mejor utilizan sus recursos más preciados: su información y su gente.
Pablo García
[1]Fuente: Colosimo, Kristine. Bad Data is Scary! Here are 5 Stats to Prove It. Workato, Octubre 31, 2015.